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  • Foto del escritorCAI Plaza de Armas

Crisis de angustia o pánico, la necesaria reflexión desde la sensación de malestar


La casi normalización e incorporación de los términos pánico, crisis o ataque de ansiedad, se apoderan de nuestros oídos y se hacen frecuentes en conversaciones con alguna persona en una “sociedad al borde”, quiero decir que quizás la rapidez de la vida, la rutina, las responsabilidades, los problemas personales y el estrés en diversos ámbitos que debemos vivir al diario, no son menores en cuanto al malestar o estrés que pueden llegar a generarnos en determinado momento de nuestras vidas.


Los trastornos de ansiedad, si bien pueden aparecer a cualquier edad, son más frecuentes en población joven (20-40 años) y especialmente en mujeres, lo que se explicaría por factores socioculturales y biológicos (las hormonas tendrían un importante papel).


El trastorno de pánico constituye una de las enfermedades dentro del grupo de los trastornos de ansiedad y se describen tres elementos centrales como lo son las crisis de pánico, la expectación ansiosa o el pensar en que la situación volverá a repetirse, además, esta expectación ansiosa favorece las conductas de evitación, por lo que la persona deja de salir o exponerse a lugares o situaciones donde le ocurrió la crisis por lo tanto se aísla y deteriora el comportamiento social y su autoconcepto a largo plazo.


En cuanto a la sintomatología, comprende síntomas neurovegetativos como mareos, debilidad o desmayos, sudoración, escalofríos, bochornos, etc. Los síntomas emocionales que se presentan frecuentemente es el miedo al “enloquecimiento” o incluso a la sensación de irrealidad, de no sentirse uno mismo o estar separado o despegado de sí, temor intenso a morir o a la pérdida del control. Muchas veces los síntomas respiratorios o cardiovasculares como lo son la sensación de falta de aire o ahogo y el malestar en el pecho, muchas veces son sin duda la manifestación de una “crisis”, pero responde a algún otro aspecto más interno y personal en nuestras vidas.


Es importante recalcar que la ansiedad la mayoría de las veces, es parte de personas con grandes necesidades de control, por lo tanto piensan constantemente en la mantención de este control, es común que al imaginarnos un futuro cercano, nos ponemos ansiosos por que se nos aparecen posibles problemáticas o contingencias como ideas intrusivas en nuestra cabeza, las que pueden eventualmente suceder o no, pero son estas ideas y la forma estática de nuestro pensar, las cuales favorecen una mayor resistencia al cambio. Este tipo de pensamiento no nos deja vivir con armonía y dañan nuestro sentido de bienestar hoy en nuestro día a día, deteriorando nuestro presente por un exceso de pensamientos basados en el futuro.


Con las bulladas crisis a la orden del día, podemos escuchar con frecuencia la frase “crisis de pánico”, es así cuando muchas veces la manifestación corporal o física no corresponde a un síntoma real de un evento médico por enfermedad, patología o trastorno, sino más bien a un síntoma de malestar a nivel emocional, psíquico o incomodidad consigo mismo. Quizás se deba a una deuda conmigo mismo, un perdón omitido, sentimientos encontrados o no expresados, culpa, pena, rabia, ira, disconformidad o necesidad de atención, sentimientos de soledad, frustración, desapego, etc. Quiero decir, una incomodidad en el alma, un malestar psíquico que se va generalizando y se manifiesta en el cuerpo que siempre nos avisa, somatizando y dando siempre signos o señales de “detente y resuelve”.


Muchas veces en el proceso de psicoterapia, las crisis de pánico suelen verse como respuesta no al motivo de consulta inicial, sino que a problemáticas, emociones, sentimientos o vivencias que no se acomodan o ajustan a nuestra vida y conciencia, procesos más internos percibidos como inconclusos o problemáticos que se han dado por alto como no importantes por mucho tiempo, “acumulándose”, por lo que el problema finalmente termina “explotando” en nuestro cuerpo, manifestándose en forma de somatización mediante el síntoma.


Es crucial entonces enfocarse en el trascurso de las sesiones en lo percibido como problema, generando ansiedad y malestar en la persona. El fin es lograr una mejoría en cuanto a un cambio de actitud frente a la problemática y forma de visualizar los problemas o resolver nuestros conflictos, ya que la vida nos entrega constante aprendizaje en el que debemos aprender desde método del ensayo y error…. Primero está el aprender a caerse, para luego aprender a estar de pie no?

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